lunes, 13 de mayo de 2024

Vidas cruzadas


Llamamos novela coral a la obra de narrativa, generalmente ficcional, que está protagonizada por varios personajes con similar protagonismo y que se encuentran conectados en ese todo que constituye el argumento.
En la literatura para adultos hay muy buenos ejemplos de novela coral. La colmena, Suite francesa, Mientras agonizo o La asombrosa tienda de la señora Yeom se perfilan dentro de una categoría que, a pesar de tener mucho que decir, es un estilo bastante minoritario. Esto puede deberse a muchas razones. La más relevante quizá sea esa dificultad para crear/seguir la línea argumental y establecer los nexos de unión entre los protagonistas.


Al principio, quizá sea complicado situarse en múltiples planos personales donde los diferentes puntos de vista suponen cierta agudeza intelectual, pero con el paso de las páginas, el relato se llena de matices que propician una experiencia estética todavía más enriquecida que la de otro tipo de novelas.
Si bien es cierto que la novela coral no es tan identitaria como la convencional, sí es más caleidoscópica, algo que se agradece en unos tiempos tan revueltos como los actuales, en los que etiquetas y ofendiditos no permiten el ejercicio libertario que se presupone en las sociedades avanzadas.
Cuando lidiamos con otras miradas, con otros reflejos dentro de un mismo contexto literario, también participamos de estos, algo que se agradece en una realidad sectaria como la que vivimos, donde la corrección política, la superioridad moral y el aleccionamiento buenista laceran al más insignificante de los seres humanos.


Es bueno denotar que, en cierto modo, todos estamos conectados. La de la humanidad es una historia conjunta y nuestras vidas se entremezclan en un maremágnum de alegrías y sinsabores del que participamos todos desde nuestras circunstancias, pero sin obligaciones ni responsabilidades.
Para dar visibilidad a dos álbumes corales y ejemplificarles un poco sobre estas conexiones invisibles que nos unen a otros desconocidos, hoy les atizo con Un paraguas de mariposas blancas de Frahad Hassanzadeh y Ghazaleh Bigdelou (editorial La Maleta) y Las personas son hermosas de Baptiste Beaulieu y Qin Leng (editorial Petaletras), dos libros que contienen dos historias colectivas muy apetecibles.


El primer álbum sucede durante el Nowruz, una fiesta de origen persa que acontece el primer día de primavera. El mercado bulle de actividad y en la calle se agolpan los coches. Atousa espera a que la señora Shirin remate su vestido, Ardalan y el señor Parvizi hacen cola en la barbería y Maryam y Alí intentan vender todas sus flores antes de que caiga la bola y anuncie la llegada del Año Nuevo. Pero, como en toda buena historia que se precie, suceden un montón de percances que hacen del fin de año una suerte de despropósitos. ¿Llegarán todos a tiempo a sus hogares?


A caballo entre el álbum y el cómic, este libro delicado donde las carambolas tienen mucho que decir, se llena de contratiempos narrativos que tirando y aflojando de la acción, lo convierten en una historia llena de tensión. Ambientada en una tarde lluviosa, esta ciudad de Oriente Próximo, se llena de tonos grises que, de manera repentina, quedan eclipsados por elementos rojos y amarillos. Me encanta el uso de luz y la gran variedad de planos utilizados, pero sobre todo esa mariposa amarilla que sobrevuela una historia tan cotidiana como encantadora.


La segunda propuesta nos cuenta la historia de Papou y su ojo clínico, uno que ha ido entrenando durante toda una vida dedicada a la medicina. Mientras se dirige a la Torre Eiffel con su nieta, le enseña a mirar en el interior de las personas con echarle un vistazo a su fisionomía. Cada ser humano esconde una historia. Solo hay que aprender a desentrañarla. Haciéndolo, nuestra percepción sobre los demás cambiará ipso facto.


Hakim, Maryline, Lionel, Rebecca o Antoine son las historias que llenan las páginas de un libro que se desliza entre las conjeturas y la realidad (¿Será verdad todo lo que cuenta el abuelo? ¿Conocerá la vida de todas esas personas?). Todo ello aderezado con un paseo por París lleno de luz, color y gentileza.


viernes, 10 de mayo de 2024

Ridículos


No me sorprende que a la gente le encante el pan y el circo. Lo que sí me deja estupefacto es que sean tan ridículos como para hacerlo evidente. Fíjense en todo este lío que se ha organizado por la participación de Israel en Eurovisión. Si este concurso es ya bastante pútrido, que el personal la empente con Eden Golan por el mero hecho de representar a su país, da muestra del coeficiente intelectual de los eurofans.
Que la gente reduzca un conflicto geopolítico que se remonta a la Antigüedad y tiene muchas facetas, a un linchamiento popular, me parece de lo más absurdo que he visto en mucho tiempo. Lo peor de todo es que estos mamporreros progres se creerán adalides de la humanidad mientras lanzan piedras a la vedete judía. ¡Como si no tuviera bastante la pobre con haber vivido más de una década en Rusia!


Osados. Es que somos muy osados. Y también muy ignorantes. Mira que yo soy deslenguado, pero siempre abogo por la prudencia cuando se trata de temas que no piloto. Pero aquí parece que todo quisqui se lanza al barro sin pudor alguno. Manejando cuatro datos que les mastican los medios y los cantamañanas de la propaganda, se permiten el lujo de opinar, abuchear y censurar al que no pertenece a su caverna.
Veamos el caso de Inés Hernand, una buenorra metida a Pasionaria que, a golpe de cara lavada (aderezos del relato), lanza soflamas virales a sus indignados palmeros, porque ella (ella y siempre ella) ha perdido unos trabajos (que no especifica) por denunciar el supuesto genocidio palestino (¿Sabrá la diferencia entre este término y crimen de guerra?). La pava, tomando el ejemplo de su presi, se mete a victimista y ayuda a salvar el mundo con mucha notoriedad (y publicidad). ¿Acaso preferirá formar parte del harem de un líder de Hamas?
Lo dicho, el nivel de cuñaismo que estamos alcanzando en Occidente es para mear y no echar gota. Cualquier cosa es susceptible de generar un rifirafe en esa batalla cultural a costa de todos esos incautos que, a golpe de ideal (es lo que manda en las masas), se meten en los más variopintos berenjenales.


Dejando a un lado el concurso friki (que gracias a Dios terminó el sábado) y sus derivados, hoy me voy a centrar en ¡Ri-dí-cu-lo!, el título que Niño Editor nos regala esta temporada gracias a su apuesta por recuperar libros olvidados en los anaqueles.


Polichinella y Rappel son dos esperpentos, dos monigotes que se miran de frente, se señalan y encuentran todo tipo de miserias mutuas con las que desternillarse a cuenta del otro. Si uno tiene una nariz desorbitada sobre la que hace el pino, el otro tiene un barrigón sobre el que se balancea como un tentetieso. Ellos siguen con el chiste y afirman que son unos ridículos, para luego presentarse con la burla ante el dragón de dos cabezas. ¿Les seguirá el rollo?


En otro de esos títulos que se podría adscribir al teatro del absurdo, André François, el mago que nos regaló, entre otras, obras como El pequeño Brown o Roland, se centro en el diálogo de besugos para sacarnos una sonrisa sin olvidar muchos de los clásicos componentes lúdicos. Una pizca de rima, repetitividad, exageraciones, parecidos razonables y algún susto, se conjugan en una pequeña comedia de situación que recuerda a esas representaciones que los niños crean utilizando juguetes y muñecos.


Publicado por primera vez en 1971, este álbum no solo supone un divertimento para todos los públicos, sino que también escenifica todo un ideario que indaga en el autoconocimiento desde una perspectiva singular, pues esas diferencias entre los personajes que podrían generar un conflicto, se transforman en un espacio para la seguridad y la aceptación. 
Si a todo esto unimos una portada inquietante (¿Se están señalando? ¿O son dos gólems que cobran vida?), un final sugerente (¿Qué pintan ahí el sol y la luna?) y cierto deje al Ubú rey de Alfred Jarry, el surrealismo/dadaísmo está servido. Háganse con él y luego me dicen qué les ha parecido.

martes, 7 de mayo de 2024

Desorientados


La muerte de un ser querido, un giro profesional, esa adolescencia turbulenta o convertirse en emigrante. Una serie de situaciones que alteran el rumbo de nuestra vida y nos descolocan sobremanera. Es inevitable acusar el cambio y nos encontramos desorientados. Es difícil tomar la decisión correcta.
Mientas unas personas tienen la suficiente templanza para detenerse y ajustar la brújula para no perderse, otros se dejan llevar por sendas tortuosas y rutas equivocadas. Circunstancias que, por la mera inercia del momento, nos encaminan hacia lo indeseable. Más que elegir, nos abandonamos a la suerte, flotamos sobre esas aguas turbulentas a modo de brizna de hierba.


No me extraña que muchos se aferren a los libros de autoayuda, a psicólogos y coaches, a curas y otros entrenadores personales. A veces estamos tan aturullados, tan perdidos, que otros disciernen mucho mejor nuestros propios conflictos, y consiguen arrojar algo de luz a esa hoja de ruta tan deseada.
Llámenlo sensatez, clarividencia o lógica, pero no crean que es fácil encontrar a gente que tenga las cosas claras o, al menos, que sepan guiarte de una forma plausible. Al sherpa, como al maestro, se le pide más generosidad que otra cosa, pues mostrar los diferentes caminos, señalar los posibles obstáculos, apoyar las decisiones y amenizarlas con una sonrisa.
Pues sí, hay personas que son mapas. Puedes acudir a ellos siempre que quieras, te ofrecen alternativas, te ayudan a madurar las alternativas, respetan tus decisiones, no te castigan ni te reprochan, se dejan a un lado la condescendencia y te empujan a tomar tus propias decisiones. La libertad de un plano hecho carne.


Y hablando de mapas, llegamos a Shinsuke Yoshitake y su ¿Y ahora dónde estoy?, la quinta entrega de esa colección tan alocada que publica Libros del Zorro Rojo. En esta ocasión, el autor japonés se interna en el universo de los recados con su mirada surrealista y jocosa. Yü tiene que hacer unas compras para su madre y tiene que seguir las indicaciones que esta le ha dado en forma de mapa.


Como en el resto de títulos de esta serie, la mente del protagonista imagina todo tipo de situaciones disparatadas en base a preguntas o dilemas personales que se van despejando gracias a croquis, diagramas, infografías, pequeños sketches o instrucciones ilustradas que, paso a paso, despejan unas incógnitas donde el humor siempre está presente.


Quizá esta vez, el mago nipón se deja llevar por su lado más profundo para internarse en el mundo de las emociones, las expectativas de futuro o la diversidad humana. Bastante más intimista que el resto, este librito donde los mapas personales son el punto de encuentro.

sábado, 4 de mayo de 2024

Un poco de despiporre


Para mí (y creo que para el resto de los mortales), la imaginación es muy liberadora. No sé qué tiene ponerse con la creatividad, que siempre consigue que me relaje. Cuando quiero apartarme de los problemas cotidianos, cuando quiero conciliar el sueño o cuando quiero inventarme un ejercicio, dejo que mi mente sobrevuele a su libre albedrío. Y así la imaginación cura todos mis males.
Hay algo en todo esto que facilita muchos procesos neurológicos. Decían que el Quijote había salido loco por culpa de las novelas caballerescas, pero si Sancho y otros muchos personajes de la novela de Cervantes, atendieran al sinfín de estudios que apuntan a las bonanzas de lo fantástico, seguirían el ejemplo de Alonso Quijano.


Tampoco vamos a decir que los excesos imaginativos no tengan su contrapunto (que a veces, eso de fantasear a todas horas, nos puede acarrear muchos disgustos), por lo que a mí y a muchos monstruos respecta, lo creativo estimula las emociones, desarrolla la curiosidad y potencia la personalidad. Porque si esto no fuera así, ¿qué base tendrían ciertas metodologías clínicas como la hipnosis, los fármacos psicodélicos o el uso de placebos a la hora de tratar algunas patologías?
No me extraña que la fantasía tenga un componente muy adictivo (que se lo digan a todos los monstruos enganchados a la LIJ), pues nos evade de momentos horribles y nos prepara para lo inesperado. Reflexionamos porque proyectamos en nosotros mismos, planificamos porque nos situamos en el espacio y el tiempo y resolvemos porque dispara nuestra inventiva.


Algo parecido le debe pasar a la protagonista de Al final, un álbum de Silvia Nanclares y Miguel Brieva que muchos monstruos no conocen y del que Kókinos acaba de sacar una nueva edición para que ninguna estantería se quede sin él.
Este libro empieza (como muchos otros) en las guardas, donde vemos a una niña que, al salir del colegio, se percata de que ha olvidado las llaves de su casa. Allí no hay ni el Tato y decide esperar a que llegue alguien. Pero como el aburrimiento es muy poderoso, termina encontrando una puerta al final del callejón que la invita a pasar sin llamar. Ni corta ni perezosa se adentra en una casa misteriosa desde cuya azotea divisa toda la ciudad. Bueno… “una” ciudad un poco especial. También hay un tobogán por el que decide tirarse. ¿Qué encontrará al final?


Alternando recursos del cómic (Fíjense en esas viñetas tan bien secuenciadas, pero sobre todo en su contorno. ¿Qué nos querrá decir?) con la economía textual del álbum, se crea un híbrido que funciona a las mil y una maravillas en cualquier tipo de lector. Narrador y personajes se funden en un vaivén de propósitos que, prescindiendo de diálogos, nos presentan un universo muy particular donde también tiene cabida la crítica (¿Se han fijado en todos esos carteles y anuncios que hablan del consumismo, la tecnología, el postureo y otras falacias capitalistas?).
Seres quiméricos y otros completamente inventados (Que por cierto, se presentan en las guardas finales), bosques, jardines y acantilados (La naturaleza siempre es un plus en cualquier viaje), un mapa (Con tesoro, por supuesto. ¿O acaso no lo ves?) y alguna referencia arquitectónica (¿El Panteón de Agripa, quizás?) se despliegan ante nosotros a modo de serendipia. Un universo tan castizo y abarrotado de detalles que hasta en su camisa guarda una sorpresa final.


Nanclares y Brieva, como esta chiquilla rubia, se lanzan a la aventura con un álbum donde lo onírico y lo surrealista se elevan a un punto superlativo de los libros infantiles patrios (con el perdón de Saez Castán, of course) en tan solo 74 páginas. Guiños a otros clásicos de la LIJ como Alicia en el país de las maravillas o Pinocho, se entremezclan con nuevos sabores, que seguro les vuelven locas las papilas gustativas. ¡Hale! ¡A comprarlo, se ha dicho!

jueves, 2 de mayo de 2024

Cagaprisas


Últimamente no alcanzo a cogerme el culo con las dos manos. Cosas de la vida, que de repente se pone a girar sobre sí misma y te ves envuelto en una espiral de la que, por mucho que te empeñes, es muy difícil salir. Preparar clases, corregir exámenes, cuidar a la familia, limpiar la casa, hacer la compra, hacer algo de deporte, ir a clase de inglés, poner este blog al día, atender las redes sociales. Todo es un maremágnum de obligaciones, necesidades y propósitos, que empiezas a necesitar un asistente con urgencia. Lástima que uno sea pobre y a lo máximo que pueda aspirar sea una chacha que le pase la mopa (y ni aun así, porque no veas cómo se cotizan…).
Así pasa, que todos los días, tocan varias carreras. Voy a toda pastilla. Del instituto a casa de mis padres, de casa de mis padres a mi casa, de mi casa al parque, del parque a la piscina, de la piscina a la escuela de idiomas, de la escuela de idiomas al supermercado, y así sucesivamente. No me extraña que me esté quedando en el chasis de tanto moverme. A este paso voy a rozar el perfil papiráceo.


Ayer, entre pitos y flautas, caminé unos doce kilómetros a lo largo de todo el día. Todo un récord teniendo en cuenta que las distancias en esta ciudad no son demasiado largas, lo que viene a decir que di más vueltas que un tonto. Quizá esa sea la razón por la que los provincianos mantenemos mejor el tipo que quienes viven en las grandes ciudades, aunque tengamos en nuestra contra establecimientos hosteleros asequibles por todas partes.
El caso es que hay que relajarse un poquito, pues si bien es cierto que uno quema calorías, también puede salir de los nervios, que conforme está el percal, no es lo más deseable. Parar es bueno para la salud. Priorizar y disminuir el ritmo se perfila como un ejercicio de higiene personal. No como el protagonista del álbum de hoy.


Don Prisas es todo un personaje. Lleva un desastre de vida que no es ni medio normal. No puede parar ni un minuto. Siempre corriendo de aquí para allá y de allá para aquí. Lo peor de todo es que siempre se olvida algo en sus paradas y no se percata de montones de cosas, incluso peligros a los que se expone. Desde el momento en el que se despierta con su pijama de osos panda, todo es una contrarreloj. Pasa por la cafetería, el gimnasio, su despacho, la casa de su madre o el parque. ¿Hasta cuándo seguirá con estas prisas de vértigo? Como siga así se llevará un disgusto.


Con este álbum a caballo entre el libro-juego y la ficción, el historietista y componente de Tricicle, conocido trío de humoristas catalanes, se lanza al público infantil de la mano de la editorial Thule y con una historia llena nuevos detalles a cada lectura. 
Y no solo eso, pues una frase a modo de retahíla que se repite en cada doble página, las descontextualizaciones, una incógnita (¿Qué cara tiene el protagonista?), o el apéndice final que nos invita a encontrar un montón de cosas, son un añadido muy jugoso en una historia en la que sonríes por cualquier esquina de la ciudad, incluso al final.

miércoles, 1 de mayo de 2024

Frustrados por el trabajo


Se calcula que un treinta por ciento de los trabajadores españoles no están satisfechos con su ocupación. Mientras unos aducen falta de incentivos, otros expresan sus frustraciones tras darse de bruces con la elección incorrecta. 


A veces pienso que todo se resume en esas falsas expectativas que todos tenemos durante nuestros años escolares, cuando, sumidos en nuestros ideales y ansias de triunfar, nos encontramos con una realidad que poco tiene que ver con ese estrellato que promulgan las redes sociales. 
Dinero, viajes por medio mundo,  crecimiento personal, estabilidad, mucho tiempo libre... La mayor parte de los puestos de trabajo no tienen nada de eso. Todo lo contrario. Mal pagados, estáticos, aburridos, esclavistas, inestables... ¿y necesarios? Creo que nadie nos hacemos la pregunta correcta cuando se trata del tema laboral, pues el trabajo, además de permitirnos sobrevivir, dignifica y edifica. 


Pensarán que es una frase muy manida, pero sinceramente, y aunque a un servidor también le encante rascárselos a dos manos, en muchas ocasiones y gracias a mi trabajo, me siento útil para otros seres humanos, presto un servicio a los demás y permito en el avance de nuestra sociedad. Todo (o casi todo) trabajo es necesario, incluso los artistas de circo o los barrenderos. Y eso, ya es bastante

Cuando la noche extiende
su capuchón de estrellas,
el circo también cierra
lentamente sus párpados,
y los artistas sueñan
con playas, con delfines,
con barcos, con sirenas...
Y sueñan que caminan
por las calles estrechas
-entre el ruido y la gente-
de una ciudad cualquiera
y que compran entradas
para ver las proezas
que hacemos las personas
de a pie: el poeta,
la médica, el sastre,
el pastor, la maestra,
la lechera, el mecánico,
el albañil, la obrera
o aquel que con su escoba
va limpiando la acera.
Cuando la noche arranca,
el circo sueña y sueña.

David Hernández Sevillano.
Sueño de circo.
En: Días de circo.
Ilustraciones de Neus Caamaño.
2024. Madrid: Bookolia.



martes, 30 de abril de 2024

El país del disparate


Queramos o no, la realidad siempre supera a la ficción. Y no es que eche mano de una frase manida, sino que lo corroboro cada día, a cada momento. Y si se trata de España, peor todavía. En este país tan absurdo, como sorprendente, son capaces de proliferar los hechos más inverosímiles. Desde las vecinas de Valencia a las jornadas de reflexión de un presidente narcisista y teatrero, desde Aramis Fuster a Tamara Seisdedos, desde Villarejo hasta Pilar Rahola. Todos son un esperpento.
Sin embargo, este país donde prima la ignorancia y el cachondeo, les presta elevadas cuotas de atención y da credibilidad a su existencia. Vidas ejemplares que, además de alimentar las fantasías ajenas, ven crecer su leyenda gracias a la publicidad y las mediatecas. Porque a los españoles nos gusta la fantasía, la lentejuela, el brilli-brilli y, sobre todo, las penurias.


Cuanta más miseria, mejor. Cuanta más terapia, mejor. Cuantos más ansiolíticos, mejor. 
Ese sufrimiento tan barroco que llena este país desde hace unos cuantos siglos, se mantiene entre una población a la que los móviles y la telebasura se encargan de educar (la escuela adoctrina, no lo olviden). Todo un engranaje donde la lágrima y el escándalo son la gasolina para esa olla a presión que es este territorio donde campa la víscera y lo desorbitado gracias al relato.
Yo hace mucho tiempo que desistí de comprender a esta sociedad en la que vivo. Intento disfrutarla en la medida de lo posible y me alejo de las paradojas en cuanto puedo, no sea que pierda las únicas neuronas que me quedan activas y necesite pedirme la jubilación anticipada en detrimento de esos alumnos que tanto me requieren en esta época tan turbia.


Como yo, la única ficción que entiendo es la de los libros para críos, les puedo recomendar Una historia fantástica, un álbum de Bruno Heitz que acaba de publicar Kalandraka para alegrarnos la primavera.
Como ya nos indica el título, este libro desborda fantasía. Todo empieza con una vaca que se cruza en el camino de un granjero que conduce una furgoneta que frena muy mal. Efectivamente, chocan y todo se pone patas arriba. Así comienza una pequeña comedia de situación donde lo quimérico y el surrealismo se cogen de la mano para tachonar de carcajadas el semblante de los lectores.


Para esta ocasión, el autor francés se ha decantado por figuras de madera a la hora de elaborar unas ilustraciones en las que el contraste entre los elementos y el fondo ahonda en lo animado y vivaracho. Verdes, rojos, azules y amarillos discurren por una historia alocada que juega con nuestro subconsciente más disparatado gracias a onomatopeyas, elementos del pop art y detalles muy sui generis (¿Habéis visto las ubres debajo de la camioneta o el pelaje del lobo?).
Lo dicho, en esta víspera de fiesta nacional, concédanse un ligero descanso y disfruten de una propuesta mucho más simpática que la realidad imperante.

sábado, 27 de abril de 2024

La cultura terapéutica y los libros infantiles


Siguiendo en la línea de lo que estuve hablando ayer sobre esa denuncia social que se hace patente en la LIJ de las últimas décadas, he creído conveniente hablar sobre la llamada "sociedad terapéutica", un concepto que surgió en los años 60 gracias al Cristopher Lasch y se ha afianzado con la entrada del nuevo milenio, condicionando sobremanera la forma actual de escribir y editar libros infantiles.
¿En qué consiste? La sociedad terapéutica tiende a identificar muchos sucesos de la vida como amenazas para el bienestar emocional de los individuos. Cuestiones tan comunes como el fracaso escolar, la decepción amorosa o el rechazo entre iguales constituyen el interruptor que desencadena un sinfín de enfermedades invisibles (léase psico-emocionales) que, según este enfoque, menoscaban la capacidad de las personas para tomar las riendas de su vida.
Frank Furedi, catedrático y analista, apuntó en su Therapy Culture que “la cultura moderna ha convertido en patologías lo que antiguamente no eran más que respuestas emocionales desagradables ante las presiones de la vida. Ha impulsado a los individuos a sentirse traumatizados y deprimidos por experiencias que hasta ahora se consideraban rutinarias”.
Haciéndolo extensivo a la parcela cultural que nos ocupa, podríamos decir que el universo de la LIJ actual, además de acercar cuestiones cercanas a la vida real, también se inmiscuyen en la vida privada. Los libros infantiles son esos terapeutas que intentan resolver problemas que los lectores deberían aprender a solucionar por sí mismos, gestionar sus sentimientos con recursos propios o con la ayuda y/o intervención de adultos reales que conozcan el problema de primera mano.


Padres, abuelos o maestros. Figuras con experiencia propia, los referentes clásicos de la infancia, han pasado a ser sujetos inútiles que necesitan asesoramiento profesional (¡Viva la Supernanny!) o han desaparecido por decisión propia (mucho trabajo, muchas necesidades personales y muchas distracciones), para ser sustituidos por dibujos animados, películas, videojuegos o libros (¡Oh, libro, tú que eres sabio y omnipotente, ayúdanos a criar a nuestros hijos!).
No solo eso… En estos libros, la familia, la amistad o la sociedad se describen como ámbitos violentos, lugares peligrosos para los críos (¿Se han fijado en la cantidad de libros sobre consentimiento que se están publicando últimamente? ¡Ni que la calle fuese el patio de una cárcel filipina!). De esta forma, lo que por un lado parece estar lleno de buenas intenciones, inocula el miedo en unos niños que viven en constante alerta y claman por una vigilancia continuada (¿Dónde queda la libertad, la subversión infantil?) en connivencia con ese superpaternalismo que tan de moda se ha puesto.


Con esto no quiero decir que la terapia no sea necesaria en algunos casos donde hay un trauma real o una enfermedad mental, sino que lo verdaderamente peligroso es el abuso de la misma ante situaciones que no la requieren y que se recetan indiscriminadamente a grandes grupos de población, en este caso la infantil. Si bien es cierto que muchos de estos libros parten de esa pedagogía que llena hogares y escuelas, últimamente se está llevando a un extremo un tanto sospechoso, recordando más al libro de autoayuda, que al mero relato de moralina ejemplificante. Explícitos hasta la médula, sin pluralidad discursiva, estéticamente yermos y poco imaginativos. Prefiero mil veces los libros divulgativos.
Convertir cualquier conducta inconveniente en una patología, aparte de un problema de salud pública, hace a los niños todavía más vulnerables, asustadizos e irresponsables (¿Ven alguna analogía con lo que nos encontramos en la aulas?). Llega el momento de preguntarse: ¿Ese es el futuro que queremos? Yo, al menos, no. Prefiero niños capaces y resilientes, que no se amedrenten ante trabas y afrentas del tiempo, que puedan blandir armas y estrategias personales que les faciliten la vida respetando la de otros.
Sí. Puede que tras esta sociedad terapéutica haya otras intenciones. ¿Humanos más inútiles y manipulables? ¿Controlar y restringir? ¿Tretas de poder? Prefiero no ir más allá. Lo único que tengo claro es que no quiero ver a los niños subyugados, ni a los ansiolíticos ni a los libros.

viernes, 26 de abril de 2024

No a los ismos, sí a lo humano


En esto de la LIJ encontramos con frecuencia cierto compromiso social en el que se abordan cuestiones complejas. La guerra, la inmigración, el racismo, la igualdad entre hombres y mujeres, o la libertad sexual son temas muy recurrentes en los libros infantiles y que invitan a reflexionar a los lectores sobre la realidad que nos rodea con una perspectiva más amplia.
De este modo, y desde ciertos grupos editoriales, se nos venden los libros como armas que laceran conciencias, visibilizan problemas y cambian el mundo. Sin embargo, y aunque moralmente tiene su cabida, siempre me gusta andarme con ojo a la hora de tratar unos temas que pueden ser un arma de doble filo por diferentes motivos.


Si ya es bastante complicada la naturaleza individual, no digamos la sociedad, un sistema complejo que, según sociólogos y estadistas, es muy difícil de caracterizar, comprender y, sobre todo, controlar por la enorme cantidad de variables que subyacen a cualquier conflicto por pequeño que sea.
Imaginen que cierto editor tiene cierto compromiso con los libros de temática LGTBI y decide publicar un libro estupendo sobre las relaciones homosexuales. Tras indagar en el origen de su autor, descubrimos que es alemán y que uno de sus abuelos murió en las cámaras de gas del Tercer Reich. Tiramos más del hilo y resulta que es de ascendencia judía y que su familia cercana decidió mudarse a Israel durante los 90 y es propietaria de una de las fábricas que provee de indumentaria al ejército israelí, el mismo que en estos momentos bombardea la franja de Gaza.
Si en el instante que se descubre el pastel a un lector le da por la cultura de la cancelación y comienza una campaña en contra de la citada editorial por apoyar la guerra, ya la tenemos liada. Si una asociación de gays, lesbianas y otras orientaciones sexuales gusta de meterse en el ajo en defensa del autor, más madera. Y cuando se inmiscuyan en el circo las víctimas del genocidio nazi, ¡¿para qué queremos más?!


Si bien es cierto que la denuncia social es muy respetable, sobre todo desde un planteamiento fáctico en el que los hechos se relatan, también puede levantar suspicacias y nuevos conflictos, pues lo intrincado de nuestra naturaleza social favorece la diversidad de percepciones que suelen establecerse en un flujo multidireccional.
Ante la duda y en estos casos, yo siempre abogo por apelar a lo humano, como es el caso del libro de hoy, que con el título de No, se acerca a las librerías de la mano de Paula Carbonell, Isidro Ferrer y A buen paso.


Todo empieza camino del colegio. Uno al que su amigo no llega. La vuelta a casa también se hace difícil. Todo es un caos y no la encuentran, por lo que deciden pararse en el parque a jugar. De repente llega su madre angustiada y, tras darles muchos besos, les dice que van a jugar al escondite. Aparece un agujero en el suelo, el hambre y la sed. ¿Los encontrará su padre algún día?


No se adentra en la historia de dos hermanos que ven su vida cotidiana truncada por la guerra desde una perspectiva muy infantil. No hay muertos, no hay armas, ni cruentas batallas. Todo sucede en un escenario donde dos figuras de madera, elementos con geometrías angulosas y la luz tenue, sobran para construir una narración sobrecogedora. Con pocas palabras, este álbum casi silencioso, nos deja mudos. En él no se ahonda en los detalles. Las voces infantiles, la parquedad y una sobria puesta en escena son los recursos narrativos esenciales que propician esa atmósfera triste y solemne.


Amplios espacios, una tipografía cambiante y detalles turbadores (fíjense en esa escalera rota o el diámetro del agujero). Todo parece haber sido medido al milímetro para despertar un diálogo complejo con los lectores. Suspense, dramatismo y vaivenes emocionales que descubrimos en esta lectura sosegada donde, alejada del ruido de otros títulos antibélicos, nos encontramos con ese cariño familiar que eclipsa el desastre de las bombas.

lunes, 22 de abril de 2024

¿Ficción o no ficción? Una pequeña reflexión y ocho álbumes divulgativos


Todos los monstruos sabemos que el álbum es bastante difícil de clasificar, no solo por el tamaño, la forma, el tipo de encuadernación, el número de páginas o la relación entre el texto y las imágenes. También hay que tener en cuenta el contenido. Si bien es cierto que una manera clásica es discernir entre ficción y no ficción, esto a veces también es complicado, pues entran en juego los libros híbridos.


Pato Mena y Oyemathías nos brindan Manual para piratas, un álbum que ha publicado Flamboyant esta temporada. Concebido como la continuación de una serie que empezó con Manual para espías, en esta ocasión los autores se centran en bucaneros y lobos de mar.


Diferentes epígrafes sobre las partes de un barco, nombres legendarios de la piratería, oficios marineros, e incluso un recorrido por la historia de esta actividad, se recogen en un álbum donde encontramos muchos elementos ficticios, propuestas lúdicas y pasatiempos con los que los pequeños lectores pueden descubrir un mundo de canallas apasionante.


Lleno de animales personificados y situaciones divertidas, este libro encuentra una forma muy interesante de acercarse al público infantil de manera entretenida sin olvidar un contenido que enganche (¿Quién no ha querido ser alguna vez John Silver?).


El maravilloso, singular y sorprendente libro de San Jorge es un álbum de Jaume Copons y Liliana Fortuny con la colaboración de Noa Sauer (Combel) que se centra en la figura del mítico santo.


Con un formato a caballo entre el álbum, el cómic y el manual, este libro nos presenta montones de curiosidades basadas en este personaje. La tripa se divide en cuatro capítulos. Uno sobre los datos históricos, otro centrado en la leyenda de San Jorge y el dragón, un tercero sobre la celebración de su onomástica, y una última parte que incluye una serie de instrucciones para luchar contra un dragón.


Sintético y bien simpático, me ha parecido un libro muy dinámico. Tipos de celebraciones, cómo se dice Jorge en turco, árabe o húngaro, de quién es patrón, o la diferencia entre el Jorge de los romanos y el Jorge medieval. Un libro pequeñito pero matón.


Ayesha L. Rubio publica en Errata Naturae Los guardianes del bosque, un libro a todo color que, partiendo de un proyecto personal, nos interna en una fábula sobre la necesidad de proteger el medio ambiente.


Todo empieza cuando las máquinas irrumpen en el bosque y empiezan a talar los árboles. Mientras los animales huyen, el protagonista se echa a dormir en el tronco hueco de un árbol. De repente, aparecen en escena Artemis y Kutkh, que, con una pizca de magia, le muestran algunas de las maravillas que presenta la naturaleza. Le hablan de las bonanzas de los insectos y los primates, sobre el plancton y las abejas. También de las atrocidades que está cometiendo el ser humano.


Además de explayarse con el discurso conservacionista, la autora se recrea con la flora y fauna de muchos ecosistemas. Plantas, animales y personajes muy espirituales se funden en una abrazo muy colorista sobre lo natural y sus engranajes.


Cactus, escrito por Noemí Fernández Selva y Sara Gómez Aguilar, ilustrado por Robert García y publicado por Bindi Books, nos acerca a una historia con cierto trasfondo emocional utilizando para ello las características más evidentes de estas plantas de climas áridos.


El protagonista de este álbum vive en un parque. Se siente un poco triste porque nadie se acerca a él. Todo el mundo está atareado con sus móviles y otras plantas más vistosas. Sin embargo, él los espanta con sus espinas. Por más que lo intenta, nadie se quiere acercar a él. Hasta que un día, con la aparición de una flor muy efímera, hace un amigo que le aconseja investigar sobre sus espinas.


Con una ilustraciones muy dinámicas y un personaje entrañable, los autores nos despiertan la curiosidad por unas plantas que a primera vista pueden parecer nada amigables, pero a las que la naturaleza ha dotado de unas adaptaciones inmejorables y pueden servir como espejo a críos con algún complejo.


Seguimos con un álbum de Chloe Savage que lleva por título En busca de la medusa gigante ártica (editorial Andana). Cuenta la historia de la Dra. Morley, una oceanógrafa que siente pasión por las medusas y ha pasado toda su vida con encontrar una especie legendaria que nadie ha visto jamás, la medusa gigante ártica.  Un día, ni corta ni perezosa decide embarcar a todo su equipo en una expedición para dar con ella. ¿La encontrarán en las gélidas aguas del polo norte?


En este libro se representa una expedición científica en toda regla. Un buque oceanográfico con todas sus dependencias (me encantan esos croquis internos del barco), los quehaceres diarios de la tripulación y un  buen puñado de animales acuáticos como los narvales, las focas o las ballenas beluga. A rebosar de detalles que seguro que inspiran  a más de uno, el libro se adentra en el día a día del trabajo de campo. 


Al mismo tiempo, la autora hace gala de su virtuosismo con las acuarelas para recrear escenas y paisajes donde las banquisas de hielo y el azul del océano se entremezclan con las auroras boreales, para ofrecernos un texto enriquecido visualmente con técnica y estética. Eso sí, no hay que olvidar que, como cualquier otra profesión, la de un científico también puede ser frustrante, una realidad en la que la no ficción también juega un papel esencial.


Entra en escena El Big Bang y otros pedos. Un pasado explosivo. Escrito por Daisy Bird e ilustrado por Marianna Coppo, este álbum editado en castellano por Andana se centra en una serie de ventosidades muy naturales que, abriéndose camino a través de las páginas de este libro, nos narra hechos históricos a base de humor escatológico.


Ambientado en el momento televisivo que disfrutan una familia de roedores, los lectores pueden conocer cómo nació el universo, porqué la esfinge de Keops no tiene nariz o porqué la Mona Lisa aparece con cara de seta en el famoso cuadro de Da Vinci. La idea, muy jocosa, interpela a los espectadores que necesitan de un adulto que les ofrezca una visión real sobre estos fenómenos.


Un juego, una vuelta de tuerca a la historia que, si bien lleva al extremo esta relación entre ficción y no ficción, abre una puerta muy sugerente a este tipo de álbumes que establecen un sorpasso entre realidad con imaginación y nos hacen dudar sobre la credibilidad que le damos al libro como agente cultural de primera magnitud.  


Babulinka Books acaba de publicar La primera ostra, un álbum de Tina Vallés y Núria Solsona. En este álbum, las autoras catalanas nos cuentan la historia de una ostra muy miedosa que vive en el fondo del mar. Un día, se le ocurre abrir su concha y de repente, un grano de arena se cuela en su hogar. Viendo que no lo puede echar de allí, empiezan a convivir y darse cariño, hasta que de repente, sucede algo sorprendente.


Con ternura, personificaciones y algo de magia, este libro nos cuenta una fábula explicativa sobre el proceso de formación de una perla. Para ello, no solo se sirve de la narrativa, sino que también incluye un pequeño apéndice científico que nos habla de la anatomía, las costumbres y el ciclo de vida de estos moluscos bivalvos tan apreciados en gastronomía y joyería.


Por último, mi favorito de toda esta serie. Y es que El libro más divertido de todos los vehículos, el nuevo título de Tom Schamp nos hace un exhaustivo recorrido por la historia de los medios de transporte con su característico toque humorístico.


Cuadrigas, carromatos, diligencias, calesas, trenes de vapor, camionetas, woodies o bicicletas. El autor flamenco dedica cada doble página de este nuevo tomo de su particular enciclopedia a un medio de transporte sobre ruedas. Infinidad de ilustraciones que se entremezclan con sus ya característicos personajes animales, datos históricos curiosos y comentarios ficticios que le dan un toque muy apetecible.


Pasajes bíblicos, la gran muralla china, calzadas romanas, el caballo de Troya, los tres bandidos de Ungerer, trenes de leyenda como el Orient Express, el metro de Londres o un catálogo de coches de policía. Recomendadísimo para taxistas, camioneros y mecánicos de ayer, hoy y siempre.